Carta a la gente cobarde
De modo que no te gusta el gobierno que tienes… ¡Se siente!
El mismo fue elegido
democráticamente; la mayoría
consideró que era la mejor opción. Y ya
sabes lo que tienen las mayorías: que
nunca se equivocan. ¿O sí?
Quizás en esa decisión tomada por la mayoría influyó la publicidad (engañosa,
casi siempre) que tal o cual partido hizo antes de las elecciones. Porque el marketing,
amigo lector, es el pilar de muchas democracias. ¿Quieres saber por qué?
- No importa el producto, sólo el envoltorio. Dan igual las promesas electorales: ningún partido está obligado a cumplirlas cuando accede al poder, ninguno firma haciéndose responsable de las ofertas que les valieron tu voto. ¿Que no estás satisfecho con tu compra? Pues no hay garantía ni plazo de devolución. De hecho, estás obligado a seguir utilizando el mismo producto durante los cuatro próximos años. Porque la mayoría debe servir para elegir tu líder, pero nunca para desecharlo (¡he allí el truco!).
- No importa la capacidad de quien elijas para gobernarte, para delegar en él parte de tu presente y tu futuro: sólo interesa a quién “creas” estar dándole el poder. “Parece inteligente”, “Parece serio”, “Parece…”. La mayoría de la gente (tú incluido, seguramente) tiene que estudiar, superar exámenes, probar sus capacidades y ponerlas en práctica si quiere conseguir un trabajo; es más, si luego comienza a fallar –a pesar de haber demostrado cierto talento inicialmente– se irá a la calle. Pero un político no: es el único funcionario que no requiere hacer oposiciones. Lo mayoría lo ha elegido porque “parece” el mejor, en la peor entrevista de trabajo imaginable.
- Los partidos políticos son empresas. Como Coca-Cola y Pepsi, además: las dos ofrecen algo muy, muy parecido…, de modo que otro truco está en que no descubras que hay más marcas mejores. Si sólo hay un par de opciones (las dos con más capacidad de marketing), el comprador no se despista: una empresa puede atacar a la otra, y la otra rechistar; sus clientes elegirán un bando y disfrutarán con la alternancia de saber líder a su marca, o tener que quejarse de la competencia. Lo importante es que estén entretenidos, que los votantes caigan en la trampa del voto útil y que se les vaya la fuerza por la boca.
De modo que no te gusta el gobierno
que tienes, el que eligió la mayoría.
¡Pero era la única forma de hacerlo, la
manera más justa…! ¿O no?
Probablemente NO. De lo contrario, las empresas privadas “de éxito”
no harían procesos de selección. Sus juntas de accionistas no elegiría al
candidato más apto para ocupar un puesto directivo, sino al más votado por los
empleados. Las universidades no escogerían al rector de cada facultad entre los
profesores con más méritos académicos. Tú tendrías un contrato de trabajo
blindado por cuatro años, y un sueldazo. Y no lo tienes.
Si mañana enfermas, no querrás ser
atendido por un médico que sólo “parezca” serio, inteligente y capaz; querrás
conocer su currículo, entrar en su despacho y sentirte apabullado por sus
incontables títulos y diplomas. Querrás conocer anteriores casos de existo en
sus tratamientos, y por si acaso, comparar su diagnóstico con la opinión de
otro profesional. Te tomarás todas las
molestias que exige una meritocracia porque entenderás que se trata de una
situación de vida o muerte. Sin embargo, ¿qué son cuatro años de mal
gobierno? A parecer, te parecen pocos: no los suficientes para sacarte del sofá
y de la comodidad de no saber, no investigar, no preocuparte, no hacer… Pero
pronto recordarás la tabla de multiplicar del cuatro, y quizás te des cuenta de
que toda tu vida podría estar llena de decisiones cobardes, de malos gobiernos,
de mayorías embobadas por el marketing en las que, te guste o no, a
veces te ves incluido.
De modo que no te gusta el gobierno que tienes, y ahora no sabes qué
hacer. ¡Cobarde! ¡GILIPOLLAS!
Deja de quejarte, porque tienes lo que te mereces. Eres la puta de
Europa y de los bancos porque te dejaste follar por unos euros. Eres un parado
(o estás a punto de serlo) porque estás en una empresa-país dirigida por
incompetentes y ladrones a los que la
mayoría puso en su cargo. No tienes futuro porque creíste (y sigues
creyendo, so mamón) que alguien lo iba a labrar por ti. Pero tranquilo, que la mayoría está igual de jodida que tú…,
y sólo te mereces este consuelo porque es consuelo de tontos.
De modo que no te gusta el gobierno que tienes. ¡Primero tienes que
merecerte algo mejor!
Sal a la calle y ve al Congreso, al
Ayuntamiento o al edificio de gobierno que tengas más cerca. Ve sin pancartas,
sin tambores y sin consignas, porque primero tendrías que reflexionar antes de
abrir la boca. Basta con que estés callado (de hecho, será lo mejor) y mires
con indignación, y te maravilles en silencio de lo imbécil que has sido. No
esperes a que un sindicato corrupto convoque a huelga, a que te despidan o a
que otros vayan primero, ¡sal ya, coño!
Si no te gusta el gobierno que
tienes…, si la mayoría está
decepcionada del producto que le vendió la publicidad engañosa de la
democracia, entonces este gobierno ya no debería ser legítimo. No lo era desde
el momento en que la mayoría tomó una
decisión basada en el marketing (en las
promesas, los sentimientos, los colorines…) y no en la razón, ¡pero ahora lo es
menos aún!
¡SAL YA, COJONES!
Si no te apetece, espera a que vuelva
el fútbol, a irte de vacaciones, a que salga el próximo videojuego, a ver qué
echan en la tele. Relájate, disfruta y no te quejes. Quizás seas un esclavo el
resto de tu vida, un pelele…, pero por suerte, ya habrás olvidado que lo eres.
G. Campanella
Comentarios
Ojalá dejemos de ser cobardes y podamos entender que todo está en nuestras manos !!!
Ya nos lo han quitado todo, excepto el miedo.
¡Liberémonos del miedo! ¡OLVIDÉMOSLES! ¡Ayudémonos y sigamos juntos, sin contar con ellos! ¡Somos más y nos lo han quitado todo! ¡Devolvamos su miedo y luchemos!
El día siguiente a cumplir 18 años me inscribí para votar; no es que creyese en el sistema ni nada parecido, sino que tenía, desde pequeña, tan adherido en mi mente el pensamiento de: "Si callas es lo mismo que estar aceptando al monigote de turno y a sus ideologías" y como pertenezco a una familia con ideas políticas muy marcadas (izquierda) me pareció lo más natural del mundo decidir eso; incluso participar en la campaña, aunque de eso muchos años atrás ¬¬
Ahora, sólo me limito a contemplar al payaso que aparece de vez en cuando por televisión debido a alguna tontería que se le ha ocurrido vomitar en el extranjero.
No me arrepiento de haber votado antes por Bachelet, pero en el fondo de mi ser, siento que ya estoy en esa época en que llego a la urna, miro el nombre de los demagogos en el palelito y casi saco una moneda para decidir donde marcar la dichosa cruz (un detalle que me parece muy irónico, ¿no crees?)jaja
Al final, son todos lo mismo.Unos se manejan mejor para engañar a la gente; otros, tienen la "suerte" de no vender la pomada, pero lo que importa, como escriben en el último comentario, es la unión de aquellos que en verdad no tenemos la venda puesta sobre los ojos, sin importar en el país que estemos.
Saludos, Rina